miércoles, 30 de junio de 2010

Tugzle II (enero de 2007)



No se pudo dormir casi y el dolor de cabeza, además de mareos están presentes en algunos del grupo. Yo por suerte hasta ahora me siento bien, con ganas, con muchas ganas de poder subir la montaña. Pienso nuevamente la altura...5500 mts.

Camino al Volcán nuestro mayor cuidado sigue siendo el apunamiento, o mal de altura, o soroche como le dicen en Bolivia. Ahora me duele la cabeza, pero no digo nada, tiene que ser normal; estamos a más de 4000 mts. y todo es distinto por acá. Llegamos después de dos horas de trabajoso camino con la F100 a la base del volcán; en el grupo hay varias ideas, y eso me molesta un poco, pero decido concentrarme en el ascenso.

Acomodamos los mochilas, empezamos a cargar el agua y antes de salir hacia arriba, hacia más arriba todavía, parece necesario homenajear a la Pachamama. En la cosmología andina, Pachamama es una deidad femenina que engendra todo lo que el hombre necesita, es dadora de todos los bienes, pero también es celosa vigilante de la conducta humana y si se siente ofendida puede desatar castigos. Hacemos un pozo y comenzamos a ofrendarle cosas que hemos traído; hojas de coca, agua y algunos caramelos. De a uno somos invitados a ofrendar siguiendo un cierto orden de preeminencia, terminada la ofrenda, se cierra el pozo. Le pedimos permiso a la Montaña para subir.

Por todo el camino veo apachetas; montículos de piedras ubicados en cruces de caminos o en abras (pasos angostos de altura), estos altares levantados por los caminantes y pastores para honrar a “Pachamama”, Madre Tierra, diosa de la tierra, del tiempo, del cosmos están por todos lados. Las apachetas son el elemento material y más visible de la supervivencia de la religiosidad ancestral del puneño, una tradición heredada de sus antepasados, que se expresa durante todo el año pero de manera particular en el mes de agosto, reconocido como el mes de la madre tierra.



Mi compañera de ascensión; no da más, está seria, fría y no habla, tiene mareos y quiere vomitar. Pensamos si lo mejor es subir. La guía dice que ellas se quedan. Pienso mejor no, no voy, otra vez como en Aconcagua, otra vez solo.. Insisten.. Subí vos.

Salgo a las 7 de la mañana, el sol sólo ilumina; es un día diáfano. Como no hay guía, ni sendero, voy buscando las mejores formas y con el menos esfuerzo de avanzar. El Sol se hace sentir en la Puna argentina como en ningún otro lugar en el mundo, me parece que no es sólo una sensación de un visitante ansioso por encontrar alguna sombra. Se trata de un fenómeno singular: la región del Norte es el lugar donde el Sol incide con la mayor intensidad en el planeta. La radiación solar incide prácticamente en dirección vertical), la atmósfera está límpida de partículas en suspensión (poco común en un desierto intertropical).

Primero subo de a ochenta pasos, pronto serán de a cincuenta y poco a poco subiré de a veinticinco. Esta medida me acompaña por las primeras horas de ascensión. De a poco siento dolor de cabeza, y algunas nauseas.

Miro hacia arriba, hacia lo que me espera. El día es magnífico y el sol reverbera en las paredes y el piso, y produce ondas de calor. Sorteo los primeros 700 mts y las primeras cuatros horas. Paro a comer algo e hidratarme.

Desde mi improvisado mirador, puedo ver los salares como el de Pocitos y el de Arizaro.

Me pongo a pensar: Estoy aprendiendo que en la vida todo se hace paso a paso, pero nada refleja tan bien este concepto como subir una (gran) montaña. Uno las ve y parecen imposiblemente grandes. Es que son muy grandes. Sin embargo, paso a paso se suben. En el caso del Tugzle, volcán punoso para mi, metro a metro, repitiendo ciertos pasos y maniobras miles de veces. Trato de olvidarme del tamaño y concentrarme en el próximo movimiento. Pero ya no aguanto más el dolor de cabeza y los mareos me están poniendo muy incómodo.

Empiezo a tener dudas acerca de seguir subiendo..Cada minuto la cabeza me duele más, ya no aguanto el mareo, y el ascenso se ha reducido a pasos de a cinco.
A los 5200 mts. mi cuerpo decide no seguir; llevo dos horas en esta situación.
Pienso muchas veces en los 200 mts. que me separan de la cumbre; pero estoy exhausto, son las 2 de la tarde y con el descenso son por lo menos 4 horas más, así que decido volver.

Increíblemente al descender 300 mts. los síntomas desaparecen, pero no hay tiempo para volver. La duda es: si hubiera pensado la ascensión en dos días...hubiera sido posible?, seguro. Pero ya no hay tiempo para lamentos. Tal vez si hubiera ido por la “famosa” huella minera, la subida habría sido más rápida. Me consuelo.
Nunca se debe actuar como si esta hubiera sido la última vez. Desde los valles o desde los altiplanos, las montañas se ven hermosas, invitadoras, seductoras. Pero las fotos de los cielos azules y líneas diagonales no muestran el peligro. Las apariencias engañan. Las montañas tienen dientes afilados, así que mejor bajo.

Leí por ahí que el riesgo es inherente al montañismo, no quiero pensar que si desaparece el riesgo desaparece el montañismo y queda la gimnasia, pero hay que minimizar los riesgos. Resulta paradójico, pero el montañista debe estar en la montaña lo menos posible. Tiene que moverse rápido, mantenerse alerta y, fundamentalmente, saber cuándo llegó la hora de irse.

Me atrae estar en los albores de los 40 pensando estas cosas. Lo “normal” es hallarse corriendo detrás de papelitos de colores. Si bien no estoy ajeno a esto, me produce placer imaginar ascensiones, cosas inmateriales, introspectivas, intensas. Estos proyectos me hacen sentir bien

Me gustan las tormentas, el viento desbocado, la lluvia torrencial. Me emocionan esas manifestaciones violentas de la naturaleza de las que estoy alejado en mi algodonada vida urbana. Me pasa como a los burgueses europeos del siglo XIX, a quienes la prosperidad material y la estabilidad doméstica los incitaba a salir a las montañas.

Tugzle I (enero de 2007)

Sin querer, después de la expedición de Plaza de Mulas de diciembre de 2006, me había metido en algo que no sabía cómo se llamaba, pero ese gusto por la montaña que traigo desde hace mucho, se había transformado en una suerte de adicción por estar, sólo o acompañado, en las alturas.

Además mi vida tomaba un rumbo nuevo, y el norte argentino aparecía en el horizonte y casi al pasar y silenciosamente, algunas montañas se mostraban.. esta región, me di cuenta después se entrega a la Argentina como un regalo histórico y cultural, y si bien por trabajo yo había viajado unas diez veces, nunca la había conocido.


El noroeste argentino tiene una tradición milenaria, amparado en una geografía envidiable, y me dejé llevar.. terminé naturalmente en La Puna, un hermoso altiplano andino, a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, con tierras áridas, salares infinitos, altas cumbres ricas en minerales, temperaturas extremas.. y un ecléctico conjunto de elementos.


Así dicen los libros que es la Puna, uno de los más hermosos paisajes de Argentina. Existe para robarse la atención y el corazón de los viajeros, y ya me estaba pasando a mí.


Naturalmente y creyéndome ya un montañista avezado –más tarde iba a poder comprobarlo-, puse mi mente y mi esfuerzo en las montañas interiores, en esas montañas de relieve áspero, con clima árido, frío y ventoso; el volcán Socompa (6.031 mts), el volcán Llullaillaco (6.710 mts) justo ahí donde se encontraron los tres jóvenes incas (“Los Niños del Llullaillaco”), de 500 años de antigüedad y conservados los cuerpos momificados en perfecto estado; pensé también en otras elevaciones que superan los 6.000 metros y tienen picos bañados de nieve como el Nevado de Cachi (6.950 mts.) o el Nevado de Palermo (6.120 mts.), ubicados en el borde de la puna hacia la Cordillera Oriental.


Algunos llamados telefónicos, mails y apareció una guía de montaña. Cuando la vi, pensé que no podía serlo..., cuerpo diminuto, 50 kilos máximo y muy extrovertida. Arreglamos cuestiones del viaje, y dos días después en una vieja Ford F100 salimos para San Antonio de los Cobres, la primera parada camino al famoso Tugzle. El volcán solitario.




Para llegar es necesario viajar unas 6 horas hasta San Antonio de los Cobres, y luego dos horas más hasta la base del Volcán. Primero a 60 Km. de Salta sobre la ruta 51, aparece ya un pequeño pueblito que se llama Ingeniero Mauri, pregunto quien es –como siempre pienso, ya que estas preguntas terminan incomodando a todos, porque muchos lugareños no saben datos locales- pero por suerte me responden... que se trata del ing. que construyó el ferrocarril Huaitiquina que une Salta con Chile, parte de esta obra, es el famoso viaducto la Polvorilla, postal de San Antonio de los Cobres.


Pasamos por el Abra Blanca a los 4080 msnm ya son las 6 de la tarde y el frío se hace sentir. Ahí nos llenamos de rop. Debe haber ya 5º y como dejamos a tras los 35º de Salta capital, la diferencia se nota. El conductor de la F100, solidario sube a madre e hija que dicen vender artesanías en Santa Rosa de Tastil.


Llegamos a San Antonio, buscamos un hotelito y a cenar el único restaurante que hay, el Huaira Huasi, ahí en la Av. Belgrano esquina Irigoyen, ese que está en todas las publicidades... que tiene una cholita tomando Coca Cola.


Primer error.., la suculenta suprema de pollo, frita, muy frita le pide permiso al cuerpo y este la siente.., luego un te de coca, para amortiguar la altura y a dormir. Mañana a las 5 de la madrugada para salir hacia la base del volcán.


Les miro la cara a los habitantes del pueblo, todas curtidas fuertemente por el sol. A mí me duele la cabeza y me pregunto cómo harán para acostumbrarse. Recuerdo eso de que estos pueblos están adaptados a algo que se llama hipoxia o sea a vivir con menor cantidad de oxígeno, producto de la menor presión atmosférica. La única manera de no padecer este mal es una “correcta” aclimatación, pero nunca es correcta para mí. A nivel del mar uno tiene una cierta cantidad de glóbulos rojos que son los que transportan el oxígeno, con la altura uno necesita más cantidad de glóbulos. No importa el tiempo que uno pase en altura, al retornar al nivel del mar se vuelve a tener la misma cantidad, pero queda lo que se llama "memoria de aclimatación" lo que a nivel celular, contribuye a que en la siguiente exposición, el cuerpo reaccione más rápido padeciendo menos trastornos. Por eso deberíamos quedarnos algunos días más..., pero el costo por día que tengo, me aconseja a tratar de subir al menos en un día.

sábado, 26 de junio de 2010

Plaza de Mulas (campo Base Aconcagua) 2006 II

Salgo sólo.

07:20 de la mañana... ya no tengo grupo a la vista, tengo que juntar ánimo y seguir solo. El acceso a Plaza de Mulas es simple, la senda está perfectamente marcada por el tránsito permanente de montañeros y mulas.






El camino desde Puente del Inca (2.100 mts.) es de unos 36 kilómetros y 1.500 metros de desnivel, que se pueden hacer entre 7 y 9 horas.
Plaza de Mulas es un excelente lugar para lograr la aclimatación necesaria y desde ahí es posible ascender en un o dos días a los cerros vecinos, todos superiores a los 5.000 metros de altura. Ahí también está cerca el glaciar Horcones superior, un lugar para visitar y practicar escalada en hielo. Pero esto me queda grande..

Todo gran viaje –sólo además- comienza con un pequeño paso, dice un proverbio oriental, y estoy dispuesto a darlo. Después de caminar unas tres horas, veo una planicie, miro el mapa: se trata de Playa ancha. Encuentro algunas Vegas, tierra con agua y hielo de la noche anterior y se me hunden las botas, y la sensación de sopapa me molesta un buen trecho.

Ya lo veo de nuevo. El Aconcagua sobresale de todos sus compañeros de la cordillera principal, por más de 1200 metros de diferencia.






Por primera vez tengo tiempo de resolverlo con la mirada. A partir de acá, sólo me queda subir 3000 metros y caminar algo más de 30 km. Me digo para darme ánimo, pero igual estoy con cierta angustia. Es que caminar sólo, con un sol de 30º además me asfixia. Sigo por playa ancha, un playón interminable donde uno camina, camina y camina y no pasa nada, el paisaje no cambia, los cerros y el horizonte son lo mismo hora tras hora, la rutina sólo se rompe cuando otro viene en sentido opuesto y aprovecho para comentarle o preguntarle algo. Todo el tiempo tengo la sensación de que equivoco el camino.

La mochila pesa mucho y las piernas me queman por el esfuerzo, cada tanto paro a reponer aliento, transpiro mas de lo que quisiera y me canso, debería haber entrenado más me digo, no debería haber dejado de correr ni un solo día; muchos debería...; ahora no me queda más remedio que poner garra.

Tomo agua... como un buen alumno, intento llegar a los 3 litros, cambio de gusto, pongo té y jugo, porque el agua sola me cansa. Anoche bajaron en helicóptero a un canadiense con edema pulmonar por no hidratarse bien.

Llevo 6 horitas sin hablar con nadie, pero ya se que esto es así... si decidí venir solo. Empiezo a subir, siento mucho la inclinación, miro el mapa y ya estoy en la cuesta brava, una pendiente pronunciada por las próximas dos horas y ya llego a Plaza de Mulas.

Finalmente, Plaza de mulas... una “llanurita” de piedras, con cientos de carpas, parece un campo de refugiados, pero con plata, las carpas son todas cuatro estaciones, las camperas de duvet de última generación.




Busco casi desesperadamente a mi contacto, tengo hambre, me duelen las piernas, y la cabeza. Señal que no me aclimato a la altura todavía...

Me meto en mi carpa dispuesto a sufrir solito los embates de la altura. Se que si tuviera muchos días, el dolor se va solo, pero quiero llegar por encima de los 5000.

Voy a dejar el refugio para mañana.

Día 3, me parece una eternidad el tiempo que llevo acá; y pensar que el lunes estaba en Buenos Aires con humedad y calor insoportable. Ahora son las 5 de la mañana, y salgo para el Cerro Bonete para seguir aclimatando y por fin llegar a los 5.020 mts.

Empiezo a subir, voy despacio porque la menor densidad del aire se hace sentir (y el cagazo de estar solo también) No veo a nadie, y el camino no está marcado. Una vez más (como cuando corro maratones me pregunto por qué carajo hago esto: lo único que pienso es que sólo lo hago por llegar a un lugar donde todo me indicaba que no podía llegar. Por lograr algo, sobre todo con fuerza de voluntad, hacer algo que no tenía que ocurrir.





Todo es para caminar por un filo de 80 metros de ancho desde donde se puede ver el Pacífico !!. La ascensión es de dificultad media y ahora voy encontrando una huellita y llegando al final atravieso un campo de "Penitentes" (impresionante) hasta llegar hasta la cima. Veo la Pared Oeste del Aconcagua, de la totalidad de la Ruta Normal y de los demás cerros que rodean Plaza de Mulas. Hora de volver.

El descenso es rápido y creo que porque no quiero estar más tiempo solo.

Un rato en el base camp, como le dicen los gringos y la solidaridad se nota. Me prestan grampones, botas dobles y una carpa cuatro estaciones. Veré hasta donde puedo llegar. (Carolina, la andinista que conocí los últimos 15’ de avión, después que me digné a hablar, me dijo que necesito un día por “campo”. Con esa cuenta no llego a Berlín (6.000 mts.)

Ahora empiezo a sentir los primeros efectos de la altura: dolor de cabeza, , cansancio, falta de apetito, insomnio. Hay un inglés muy histriónico que cuenta una historia, la de la irónica respuesta de un escalador ingles, al que le preguntaron que entrenamiento hacia para sus ascensos al Himalaya: "Cuando estoy en casa trato de ir todos los días a un bar y ponerme bien borracho, porque esa es la sensación que tengo cada vez que sobrepaso los 5.000 mts."... y es verdad, siento hasta la resaca..

La comida: los clásicos polenta (sigue sin gustarme ¡!!), fideos, sopas y jugos. Me dicen que a medida que se sube, se pierde el deseo de comer.

Que por la altura la digestión es más lenta, la sangre circula más rápido por el cuerpo y la falta de presión atmosférica -en especial de oxígeno- hace que pueda aparecer el mal agudo de montaña (MAM), el síntoma desde enfermedades leves como dolores de cabeza y malestar estomacal hasta edemas pulmonares o cerebrales, causando incluso la muerte. Por eso no tomé nada... no quiero tapar síntomas.

Día 4: Debería volver, pero como arreglé encontrarme en un par de días en Plaza de Mulas si le permiten subir regresamos juntos, sino, me da un día mas y nos encontramos en Confluencia o en Horcones en la puerta del parque el domingo.



Hoy vuelvo a levantarme temprano; 06:00; llego a Canadá (5.080 mts.) y un poco más y estoy en cambio de pendiente (5.200 mts); Con el viento y el frío helado la caminata se me hace interminable. Me gustaría que alguien me alentara... Aprovecho a tomar un poco de te, pero el termo se me congeló, por suerte, Gabriel –uno que sube- me da jugo. La puta madre, otra vez me pregunto que hago acá; pero la respuesta negativa no aparece. Subir y subir. ¿Qué motivación hace falta para soportar el cansancio, la falta de oxígeno y el miedo?

Ahora me siento más lento. Los movimientos, los pensamientos y las actividades me llevan más tiempo. Siento un pequeño dolor de cabeza, pero de a poco desaparece.

Ahí nomás tengo Nido de cóndores (5.590 mts.) pero son las 10 de la mañana y tengo que volver. Acá hay varias plataformas y pircas listas para establecer un campamento, pero es un lugar muy expuesto a los vientos, el desnivel desde Plaza de Mulas es justo para un día. Acá, me dicen que generalmente se instala un campamento intermedio cuando no te dá para seguir a Nido, además hay nieve para hacer agua. Hay peligro de caídas de piedras del gran acarreo. Lo veo tan cerca...

Regreso...empiezo a caminar, tengo Plaza de Mulas a 2 horas, un descansito y hasta Confluencia 7 horas más, otra parada y en 2 más llego a Horcones; en total tengo 12 o 13 horas caminando, contando las paradas. Por suerte es en bajada. Las únicas que sufren son las rodillas, frenar, frenar y frenar...

Llego a Horcones. No me resultó un paseo, no fue un viaje de placer. Qué ilógico, qué irracional es un proyecto así. Pero acá estoy feliz!

Pienso que es difícil definir los límites de este tipo de cosas sin pensar en meterse en la libertad del otro en buscar su propia experiencia.
La aventura es también relativa. Mi “Aconcagua” no tiene ninguna relevancia desde el punto de vista montañístico. Como aventura observada imparcialmente no es gran cosa. No es pionera, no es primera en nada. Pero es mi aventura y para mí es una extraordinaria aventura.

Para quien vive de esto tal vez no sea una gran aventura, pero para quien lleva otra vida seguramente si lo sea.

El Aconcagua es una montaña muy alta, ubicada en una de las regiones mas frías y secas, temperaturas de -30 grados con una humedad ambiente del 5%, que la hacen una montaña de difícil ascensión, tanto que los grandes expertos la consideran un 8.000 mts.

Plaza de Mulas (campo Base Aconcagua) 2006 I

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de demostrarme si podía con una empresa de tamaño, y justo a finales de octubre de 2006, me llaman y me proponen –si me animo- a hacer un trekking hasta Plaza de Mulas, pregunté la altura y me dijeron: 4400 mts... justo al campamento base (por la ruta normal) del Aconcagua.

El Aconcagua es un ícono, un ícono como el Nanga Parba y las carreras por el prestigio entre los austríacos, italianos, ingleses y alemanes en las décadas del 20 y 30 o como el Matterhorn en Suiza.

Ví fotos, leí..., que el Aconcagua esta está lleno de valles interminables, un cielo purísimo y sol rajante. Sigo leyendo..., en los cerros mendocinos las aproximaciones son largas, el paisaje árido y la altura implica soportar dolores de cabeza y estar alerta ante ciertos síntomas, pero el resto es caminar, caminar y caminar....

No sé pero me viene a la mente el principio zen de que el viaje es el destino: cómo se sube una montaña es más importante que alcanzar la cima. Ja ja, claro... yo voy hasta los 4.400 mts. de Plaza de Mulas. Pero igual trato de vivir el momento, estoy a gusto viviendo el ahora.

Planificar este viajecito fue un viaje a mi interior, haciendo introspección y revisando el pasado. Leí unos cuantos libros, viejos, nuevos me compré mapas, me quedé en internet hasta las 4 de la madrugada casi todos los días, durante 2 meses.

Por fin llegó el día.
Primeros días de diciembre de 2006; tomo el avión a Mendoza, voy a participar de un taller y así conecto los días siguientes.

El avión está tocando la pista, ya casi llegamos y Carolina –mi compañera de asiento- (después supe el nombre) me pregunta si no es mucho el calor de Mendoza para las 9 de la noche (32º) no respondo es verano.




Te gusta el frío me dice- si, y en unos días voy a estar con 0º digo. Vas al Aconcagua ? pregunta.

No puedo creerlo, la mato a preguntas, tiempos, escalas, ropa, consejos, etc. Es montañista, médica de montaña, vive en El Chaltén y subió 4 veces el Aconcagua.

Duermo temprano, mañana tengo trabajo en Mendoza a las 09:00 y al mediodía subiré el Cerro Arco (1.400 mts. 700 de diferencia), luego sigue el trabajo y ya casi estoy...





Martes; 09:00 continúa el trabajo, al mediodía subo en bicicleta el Cerro de la Gloria, 20’...un ratito pero ayuda.
A las 15:30 salimos para Puente del Inca.

Día 1: Martes a la tarde, casi a las 5 de la tarde. Llegamos a Puente de Inca (2100 mts), veo el cementerio de los Andinistas, pienso en el amigo de la secundaria que murió en el Aconcagua. Le digo a mi compañero que al regreso me gustaría pasar a ver su tumba.

Entramos, nos registramos y empezamos a caminar tranquilos, llegamos a un puentecito y de a poco vamos viéndolo, está ahí, todavía lejos, tengo paciencia y en el camino sólo pienso en que es necesario soportar el aburrimiento de caminar concentrado, mirando muchas veces al piso para no pisar mal y tratando de manejar el profundo miedo que me surge las grandes montañas.

Converso... aprovecho la cantidad de información que acumulé en los últimos días; en el Himalaya hay vegetación hasta 5.000 metros, en la cordillera de los Andes Centrales solamente hasta los 3.500 o 4.000 metros.

La humedad relativa ambiente es muy escasa y el espesor de las capas de la atmósfera, en esta zona del globo terráqueo, tiene particularidades que determinan estos efectos. Pienso que a la misma altura en Aconcagua hay menos oxígeno que en el Himalaya; los vientos acá producen zonas de baja presión que intensifican estos efectos, nos cruzamos con David...(apareció de repente, contó su historia y aceleró... era guía y porteador, y se va caminando hasta Plaza de Mulas hoy mismo. Camina toda la noche) yo sólo pienso todo lo que dice...

Acá algunos de los campamentos base, desde los cuáles se inicia el ascenso, se encuentran a más de 4.000 mts., mientras que la mayoría de los cerros de Estados Unidos y de Europa no llegan a esta altura, y a veces algunos andinistas americanos y europeos no están acostumbrados a estas condiciones y no dan importancia a las señales de peligro. Para un montañista europeo equivale prácticamente a comenzar el ascenso desde la cumbre del Mont Blanc.

Llegamos después de 3 horas a Confluencia (3450 mts.).
Buscamos a Angie, ella nos espera con la indicación de cuál es nuestra carpa (ya que decidimos no cargar con carpa y comida a las mulas por el costo y compramos todo esto “arriba”)




Antes nos toman la presión, las pulsaciones y la saturación de oxígeno. 150 FCM, 13-9 y 90, todo bien.

Siete de la tarde, me da sueño, estoy realmente muy cansado, igual, me quedo un rato escribiendo algunos apuntes.

12 naciones hay en el campamento base, Israelíes, canadienses, austriacos, alemanes, australianos, americanos, sudafricanos, franceses, islandeses e ingleses... sólo dos argentinos, mi compañero y yo.

Día 2: miércoles a las 05:40. En la altura no se duerme bien, pero hay que intentarlo, porque al día siguiente puede ser peligroso, un resbalón, una torcedura y el viaje termina..

Obviamente no dormí nada, le cuento a mí compañero y el dice que ronqué, yo le digo que fue el quien roncó. Nos damos cuenta de que dormimos entrecortados, poco y mal.

Desayunamos y salimos para Plaza Francia, el mirador de la pared sur (la más difícil) a 4.400 mts., son 3 horas de ida y unas 2 de regreso.

En el camino no hablamos mucho pero nuestro silencio es elocuente: el entorno nos maravilla. Estamos entrando en un territorio sacro, en un mundo vedado para el común de los mortales, no siempre estoy seguro de que me corresponda estar acá –tal vez es una señal- Siento emoción, aprensión y alegría en este ambiente extraordinariamente vertical, hermoso, amenazador. Busco todo el tiempo sentirme cómodo a pesar de mi inmensa fragilidad.

Mi compañero se queja que no hablo... no tengo ganas, camino concentrado tratando de absorber todo lo que me rodea, tantas veces he deseado estar acá, siento la adrenalina.

Estamos por fin en Plaza Francia (4.400mts), campamento base de la tan temida cara Sur del Aconcagua, una pared vertical de 3.000 mts. de hielo, glaciares, rocas y muchas avalanchas. (y hay “gente” que sube por acá pienso)






Regresamos a las 7 de la tarde, cena (el que quiera ducharse puede hacerlo..) y a dormir, mañana empieza lo difícil, ya que tendremos que ver cómo está reaccionado nuestro cuerpo a la altura, y además se vienen las 9 horas de trekking (de ida nada más) hasta Plaza de Mulas.

Hace mucho frío, tengo que dormir vestido, dos pares de medias, gorro de lana y guantes, 5 bajo cero nos dicen. No duermo nada, miro el reloj a cada rato, me pongo el mp3 con Bob Dylan... sólo un rato porque el frío descarga las pilas, sigo sin dormir, me duele la cabeza, pero no quiero tomar nada, no quiero tapar los síntomas.

Decidimos levantarnos temprano para llegar con luz de día y como tendremos que hacer algunas paraditas, decidimos madrugar. A las 04:00 nos despertamos, las estrellas son increíblemente brillantes, el cielo súper oscuro, mucho silencio, aunque de a poco empiezan a verse las linternas dentro de las carpas. El resto de la gente ha tenido el mismo plan.

Angie nos pide que nos hagamos el chequeo con el médico. Mi amigo tiene 15-9 y el médico le pide que vuelva más tarde... en 20 minutos, yo 13-9 igual que ayer.
Caminamos un rato y deliberamos. Qué hacemos si no puede seguir subiendo... sigo sólo ?, esperamos un día más ?, esto significa que mis planes intentar ir más allá de los 5000 se terminan, porque no nos queda tiempo para aclimatar por encima de los 4500 mts.
Mi compañero me dice que vaya sólo, que aproveche que está saliendo un grupo de sudafricanos.
Vamos a ver al médico de nuevo, su presión no baja y le piden que no siga.

miércoles, 9 de junio de 2010

Un día cualquiera..

Se me ocurrió entrenar la vitalidad. Volví a correr, a esquiar.. a caminar por las montañas; al poco tiempo me encontré entrenando el peso de resistencia, más tarde me dí cuenta lo mucho que había mejorado el metabolismo anaeróbico y el resultado muscular. Mi dieta había variado y mi la producción energía ya no requería oxígeno adicional para poner a disposición de los músculos.

Me calcé una mochila y me encontré arriba de los 4000 metros, ascendiendo y descendiendo con 25 o 30 kg.

Al poco tiempo ya no eran "caminatas" de todo un día, sino fines de semana o viajes más largos. Me encontré pensando que si lo que quería, era ser bueno en subir montañas grandes con un gran peso, estaba bien subir montañas pequeñas con poco peso y trabajando los ascensos.

Claro que no iba a condicionarme subiendo cosas que no podía.., asi que intenté desde el principio hacer lo mejor que podía hacer. A veces sólo lograba moverse cómodo todo el día en terreno montañoso.

Un tiempo más tarde, me sentía mejor mentalmente para las expediciones. Entendía rápidamente que al empezar la subida siempre se está incómodo y que el cuerpo no va a cooperar facilmente. A veces hay que empujarse y poco a poco me dí cuenta que si uno no tiene la habilidad de hacer esto nos es más difícil tener éxito.

Uno puede estar en una carpa, por muchos días debido a una tormenta, entonces uno deberá dejar los consuelos en casa para experimentar un único desafío y una montaña notable. ¡El cerro siempre vale la pena!

Después de algunas salidas empecé a darme cuenta de quién soy, qué cosas me hacen mal, cómo mi cuerpo reacciona a algunos estímulos; en definitiva empecé a estar bien "conectado" conmigo mismo y esto me ayudó a tener más conocimiento y saber la diferencia entre necesitar empuje y el mal agudo de montaña, edema pulmonar o cerebral.

Éstos son problemas relacionados con la altura que deben reconocerse. Es posible que el empeño de uno vaya demasiado lejos y para seguridad del equipo, el guía principal siempre debe tomar una decisión final sobre quién necesita un día de descanso y quién continúa ascendiendo o quién desciende.

Algunos años después me veía investigando acerca de dietas que ayudaran a desarrollar la vitalidad y fuerza.. perdí verguenza y tuve mi nutricionista, un personal trainer y varios cientos de libros y artículos que me guiaron.. cuando me quise acordar cómo había empezado ya era tarde; un bichito me había picado y me encontraba por encima de los 4500 metros sobre el nivel del mar.

Los retos

En la vida, habitualmente nos topamos con un sinfín de retos que nos hacen ser mejores, o nos hacen dejar de lado nuestras aspiraciones, anhelos y sueños, sin duda que los retos de la vida, están diseñados para fortalecernos. Cada reto debería enseñarnos algo y fortalecernos alguna característica personal.

En algunas ocasiones los retos de la vida, pueden hacerte renegar hasta los límites y en ocasiones te hacen mejorar como nunca antes, y creo que siempre depende de la forma en que uno se comporte al encarar la situación.

Evidentemente en alguna ocasión frente a esos retos y obstáculos, aun cuando seamos de los que ven solo oportunidades de mejorarse y crecer tropezaremos y caeremos, no obstante si cuando caemos, nos levantamos con animo renovado y con espíritu fortalecido, seremos no solo de aquellos que se mejoran continuamente, sino de aquellos que convierten sus errores en peldaños para subir cada día mas alto.

Para estar a tono para las demandas de la montaña hay que desarrollar la paciencia para llevar 25 kg. de peso, usando botas de montaña, durante 6 u 8 horas por día. Aunque es imposible entrenar para la altitud, uno puede hacer un programa que nos prepare mejor para este tipo de tensión física.

La única manera de conocer los límites de lo posible en uno es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que a veces parece imposible. Actuar sin temores o quedarme paralizado dejando pasar de largo "valiosas" oportunidades. Valoro mis cualidades, mis logros y capacidades, y fomento cualidades positivas. Analizo mis límites, intento superarlos o aceptarlos si no es posible. De esto se tratan mis historias.

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